Luis Alvarenga | Lunes, 28 de noviembre del 2016
Fidel o la política como arte de la solidaridad
Fidel le dio a la política, al menos en Latinoamérica, un significado distinto. Alguien la definió como el arte de lo posible. Algunos entendieron que lo posible era lo conveniente para pocos, y entonces la política se transformó para ellos en voluntad de poder, razón de estado, cinismo, avaricia. Pero Fidel entendió este arte de lo posible como el arte de abrir posibilidades donde antes sólo había impedimentos. No vamos a enumerar los diferentes desafíos que enfrentó la revolución cubana, desde la toma del Moncada -cuando la derrota de ese puñado de jóvenes se transformó en esperanza- hasta el presente. En cada uno de esos desafíos -el bloqueo, el período especial y un largo etcétera- aportó Fidel la sabiduría política y moral para poder salir adelante.
En
cada uno de esos desafíos, ha prevalecido un modo muy propio de acción
política. Una acción política en la que la finalidad de la defensa de la
revolución ha estado garantizada por medios inspirados en la
solidaridad. Si la defensa de la revolución ha implicado defender el
poder alcanzado, este poder no es un medio en sí mismo, sino que tiene
implícita la dignidad humana. Eso es la política como arte de la
posibilidad, pero también como arte de lo posibilitante. En el contexto
del capitalismo, en el contexto, incluso, del socialismo burocrático
real, la defensa del poder en momentos de crisis se da en menoscabo de
la dignidad humana. Si hay crisis económica, lo primero que se hace es
recortar la inversión en salud, en educación, en vivienda. Si hay crisis
política, lo primero que se hace es hacer oficial el ya existente
estado de sitio. El legado de Fidel ha consistido en hacer ver que, ante
una crisis, lo primero que se hace es preservar el valor de la vida y
defender la salud, la educación y la cultura, que son los elementos que
posibilitan la vida.
Para esto ha sido necesario una
perspectiva realista, es decir, una perspectiva de análisis de la
realidad desde un horizonte ético. Ese análisis de la realidad desde un
horizonte ético es lo que ha hecho que la política internacional de Cuba
haya sido la política de la solidaridad, expresada en ayuda humanitaria
a países que han afrontado todo tipo de catástrofes, y en ayuda
política a países que han luchado por su liberación. No nos detendremos a
enumerar lo que esto ha significado en ambos terrenos para El Salvador.
Solamente apuntaremos que ello muestra que la política es el arte de la
solidaridad para alguien como el dirigente cubano y es eso lo que ha
quedado impregnado en su sociedad.
Vendrán nuevos
desafíos históricos para Cuba y para Latinoamérica. No hay sentimiento
de orfandad, ni de desconcierto. Hay gratitud, pero también madurez para
aquilatar lo que Fidel hereda y hacerlo germinar. Es “ese sol del mundo
moral”, que diría Cintio Vitier, lo que tenemos en las manos
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