Este es un retazo:
En la ciudad de San Salvador, los estudiantes de la Universidad de El Salvador acordaron, el día 28 de julio, en asamblea general, realizar una manifestación pacífica de protesta por los acontecimientos ocurridos unos días antes en la ciudad de Santa Ana2 y salir en defensa de la autonomía universitaria. La fecha de esta manifestación se señaló para la tarde del miércoles 30 de julio.
El día programado para la manifestación estudiantil, ésta salió a eso de las cuatro de la tarde de la Ciudad Universitaria.
Los dirigentes estudiantiles acordaron, unánimemente, evitar todo motivo que pudiese servir de pretexto para la provocación de los cuerpos represivos. La manifestación marchaba en completo orden.
Se dio instrucciones anticipadas en el sentido de no llevar pintura, para que no se fuera poniendo lemas en paredes y muros de casas y edificios de las calles por donde pasarían los desfilantes. En los carteles se escribieron únicamente temas relativos al problema universitario y expresiones en defensa de los derechos y garantías democráticos. Como en toda manifestación juvenil, no faltaban las canciones de protesta y las porras del colorido acostumbrado.
Es decir, que a pecho abierto, y sin más armas que las palabras ... iban los manifestantes universitarios, con el propósito de llevar hasta el centro de la ciudad. En la Plaza Libertad se celebraría un mitin que informaría al pueblo de lo que estaba acaeciendo en Santa Ana y lo pondría en guardia acerca de los peligros de un nuevo cierre que se cernía sobre la Universidad. Además, se esclarecería que la actitud anti-universitaria del Gobierno, es parte del plan global de represión que se tiene en proyecto, como capítulo de la estrategia oficial de destruir toda oposición popular.
Tales eran los propósitos de la manifestación.
En el trayecto de la 25 Avenida Norte, llamada Avenida Universitaria, no se advirtió ninguna amenaza inminente contra la seguridad de los manifestantes. Sin embargo, cuando la cabeza del desfile llegó al paso a nivel, aledaño al Hospital del ISSS, aparecieron, trepidantes, las unidades blindadas; además de esas unidades blindadas, se situaron a las alturas del Hospital de Maternidad, camiones de fuerzas anti-motines, equipados con fusil, machetes y garrotes, sin faltarles sus cascos protectores y sus máscaras anti-gases. Había, asimismo, guardias nacionales y de hacienda.
El despliegue de fuerza, en las inmediaciones del Hospital Rosales y al lado norte del Colegio la Asunción, parecía destinado a enfrentar a un enemigo poderosamente armado y no a una manifestación pacífica, sin armas, de universitarios.
Los que encabezaban la manifestación, bastante confusos, quisieron ganar la calle que pasa frente a la entrada principal del ISSS (3a Calle Poniente), desviándose hacia la izquierda, para tratar de evitar el enfrentamiento con las unidades blindadas estacionadas al lado del Hospital de Maternidad. Sin embargo, cuando doblaron, contingentes de la Guardia Nacional estaban ya estratégicamente apostados detrás del Colegio La Asunción. La cabeza de los manifestantes quiso dar marcha atrás, pero las unidades blindadas les habían cortado el camino porque habían avanzado sobre el puente del paso a nivel, transformándose el lugar en una trampa de la cual no se podía salir, aun saltando los muros para caer pesadamente en el pavimento de la calle que pasa bajo el puente. En este sitio no fueron pocos los manifestantes que quedaron fracturados algunos de los cuales fueron rematados a tiros.
En el momento mismo en que se daba marcha atrás, comenzaron los disparos de fusilería y de ametralladoras, a la par del estallido de bombas lacrimógenas, descargadas por los cuerpos represivos. La cacería humana dio comienzo.
No era la dispersión de los manifestantes lo deseado por los comandos del crimen; no era el desbaratamiento del desfile. Si éste hubiese sido su propósito, habría bastado una sola bomba de gas lacrimógeno para poner punto final a aquella manifestación pacífica.
Lo que anhelaban, en su furia incontenible, era el derramamiento de sangre estudiantil.
Lo que decimos, se corrobora con la fría decisión de tirar a matar en la tarde del 30 de julio, de perseguir hasta aniquilar, de lanzar los carros blindados contra la multitud inerme, de machetear salvajemente al que se ponía a su alcance, de dejar desangrar a sus víctimas impidiendo con brutalidad cualquier auxilio oportuno que se les quiso brindar de parte de médicos y enfermeros del ISSS.
Lo que decimos se corrobora, asimismo, con que detrás de las unidades blindadas marchaba una ambulancia militar, señalada con una Cruz Roja, cuyos ocupantes fueron encargados de tirar, como sacos de papas, los cuerpos de decenas de personas muertas o heridas de gravedad, sustrayendo así las evidencias del crimen.
El fuego cerrado duró unos minutos, pero dada la densidad de los manifestantes, fueron suficientes para derramar mucha sangre juvenil. Se tiraba a matar. Los represores en posición arrodillada, lo que muestra que no había respuesta armada ni de otra índole de parte de los manifestantes, daban la impresión de estar frente a un blanco, en prácticas de tiro.
Pero no sólo fueron balazos. Los muchachos y muchachas que quisieron en su desesperada huida saltar los muros de los predios del ISSS, recibieron machetazos en la cabeza y otras partes del cuerpo, hasta desmembrarlos, quedando en el lugar trágicas señales de la carnicería; pedazos de cráneo, cuero cabelludo y masa cerebral, huellas de manos ensangrentadas que aún podían observase al siguiente día.
Las calles del paso a nivel y frente a la entrada principal del ISSS, fueron humedecidas con sangre, que ni las copiosas tormentas caídas en días posteriores han logrado borrar totalmente. Es la sangre de personas, emanada hasta morir o de personas que murieron instantáneamente.
La persecución llegó hasta el interior del Hospital del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, en donde capturaron a muchas personas entre médicos, personal auxiliar de éstos y empleados de diverso rango.
Transcurridos ocho días, después de la masacre, el número de muertos y desaparecidos aún no ha sido establecido. Los cuerpos represivos, que recogieron los cadáveres y personas gravemente heridas, guardan completo silencio, lo cual ha dado base a la versión oficial, en el sentido de que solamente murió un estudiante universitario. Sin embargo, la verdad terminará imponiéndose y no será, precisamente, favorable a las versiones oficiales.
Por otra parte, es digno de recalcar que los manifestantes en ningún momento provocaron a los represores. Sin embargo, en la noche del 30 de julio, el Ministerio de Defensa y Seguridad Pública elaboró un boletín que deformaba totalmente la verdad: la pacífica manifestación fue calificada de “violenta manifestación” y que hubo “llamados a los instigadores por medio de alto-parlantes, para que desistieran de su propósito de provocar desórdenes”, cosas totalmente falsas, como falsas son también que la actitud violenta de que habla el boletín, se materializara “con el lanzamiento de granadas de fósforo, cocteles molotov, ataques con armas contundentes y disparos de armas automáticas y semi-automáticas”. Es falso, asimismo, que “como consecuencia de esta agresión” –que en verdad no la hubo’’ hayan habido “diez agentes de los cuerpos de seguridad gravemente heridos”.
para leer el informe completo: http://www.cidh.org/countryrep/elsalvador78sp/cap2.htm
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