Monseñor Jesús Delgado, sirvió de enlace entre Monseñor Oscar Arnulfo Romero y los hermanos Guerra, quienes preparaban el golpe de Estado de 1979. Foto Diario Co Latino/Roberto Márquez
Jueves, 15 de Octubre de 2009 / 11:11 h
30 años después del golpe de Estado
Daniel Trujillo
Redacción Diario Co Latino
Él fue el enlace entre los organizadores del Golpe de Estado de 1979 y Monseñor Óscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador en ese entonces.
Monseñor Jesús Delgado nos cuenta en esta entrevista cómo fue el primer encuentro entre el jerarca católico y los golpistas, así como la decepción que se llevó Monseñor Romero, posterior al Golpe.
Las reuniones entre el Arzobispo y los organizadores fueron varias, y, la mayoría de veces eran en el Seminario San José de la Montaña, ya que allí se ubicaba el Arzobispado.
Desde un inicio, monseñor Delgado asegura que sólo estuvo en la primera reunión, porque era nada más un consejero espiritual del prelado católico.
El religioso relata que quienes organizaron el Golpe querían un cambio en la sociedad salvadoreña y, para ello, seguirían la doctrina social de la Iglesia, uno de los proyectos de Monseñor Romero.
La junta revolucionaria de gobierno que tomó el control del país después del Golpe no fue capaz de sostener ese proyecto y se desnaturalizó, de ahí que Monseñor Romero se desencantó, porque la represión hacia la ciudadanía continuó.
monseñor Delgado cree que esto pasó porque los organizadores no tenían práctica política.
-¿La Iglesia cómo vive el Golpe de Estado?
Yo lo veo desde la perspectiva de Monseñor Romero, porque en ese momento yo trabajaba con él y sentía con él.
Lo cierto ahí es que los Guerra y Guerra (se refiere a Rodrigo y René) me tomaron como enlace para hablar con Monseñor, porque son parientes lejanos míos; son como primos hermanos en tercer grado.
Sabiendo que estaba bastante cerca de Monseñor, me tomaron como enlace para hacerle saber a él lo que querían hacer. Ya cuando se conocieron, yo ya no asistía a las reuniones.
Ellos tenían frecuentes reuniones, a las cuales yo no asistía porque sólo ayudaba a Monseñor en las cosas que él me pedía. Serví de enlace.
Ellos (los Guerra) vinieron a hablar conmigo y me comunicaron lo que pensaban, lo que querían.
No me podían confiar nada porque querían hablar con Monseñor Romero. Los llevé, y a la plática primera asistí yo, y entendí que querían hacer algo de lo que Monseñor quería que se hiciese; o sea, un cambio que había que hacerlo con cierta fuerza.
Entendió Monseñor que se trataba, quizá, de un golpe de Estado, pero, en la primera plática, no se habló de eso.
-¿De qué se habló en la primera plática?
De la necesidad de un cambio, porque lo que estaban proponiendo los dos bandos (guerrilla y militares) eran soluciones sangrientas y represivas.
Las personas que organizaron el golpe hicieron alusión a los tres proyectos de Monseñor Romero que hablaba durante sus homilías.
Retomarían el tercer proyecto, que era la doctrina social de la Iglesia.
Dentro de este grupo había gente de la democracia cristiana, jóvenes militares, algunos catedráticos de la UCA. A ellos los vi en la primera plática. Ellos proponían una salida política a la propuesta filosófica de Monseñor Romero. Querían darle cuerpo político y eso le gusto a él. Monseñor dijo que quedaba abierto al diálogo.
-En cierta forma usted participó de esto…
No exactamente, yo sólo serví de enlace al principio. Ya después Monseñor designó al padre (Francisco) Estrada, que es jesuita, ya como interlocutor, porque había gente de la UCA implicada y era bueno que hubiese gente de esa universidad, y que fuera de la confianza del padre Estrada.
-¿Se habló mucho en la primera reunión?
No. Duraría una hora, tal vez. No se ahondó en nada. Solamente le propusieron a Monseñor Romero lo que pensaban ellos y que querían darle cuerpo político, efectividad al tercer proyecto que proponía.
-¿Cree que se logró dar ese cuerpo político, porque sólo duró tres meses la junta?
Bueno, el Golpe lo dieron, lograron lo que quisieron, que eso no fue bien llevado, hasta ahí no sé, pero, hay otras fuerzas políticas que se crearon inmediatamente.
Pasó igual que el organismo humano: de repente a usted le doy una pastilla que parece buena y otras partes del organismo le dicen que no es buena, porque es muy fuerte.
Al nomás darse ese Golpe de Estado, inmediatamente reaccionaron otros elementos de la sociedad; otros se pusieron mucho más duros.
No fueron capaces (los organizadores del Golpe) de sostener eso. ¿Por qué motivo los de la UCA se retiraron? Eso es un episodio muy interesante estudiarlo, políticamente.
Lo que concierne a Monseñor Romero, lo que yo supe de él, es que estaba muy contento de que eso diera resultado, porque era una alternativa incruenta. De hecho, se dio un Golpe de Estado en el que apenas se derramó sangre, parece que un capitán de San Miguel habría derramado alguna gota de sangre, pero no muertes.
También le parecía porque se iban a inspirar en la doctrina social de la Iglesia, vía democracia cristiana, que era un partido, para Monseñor Romero, creíble en ese momento, no por las personas que estaban en ese momento, sino, por la doctrina misma.
Había gente que a él le inspiraban confianza: el rector de la UCA, lejanamente los Duarte. Él estaba muy contento de que surgiese una fuerza política que viniese a darle cuerpo político al tercer proyecto.
-¿Se desencantó posteriormente Monseñor Romero?
¡Ah, si!, ¡Claro que si! Inmediatemente vio que las personas que conformaban la junta, posterior al Golpe de Estado, actuaban igual que los demás.
-¿Cómo fueron las relaciones de Monseñor después de eso?
No sé, como te digo, yo no seguí esas relaciones, porque Monseñor Romero me tenía a mí como un consejero espiritual. Esto fue fortuito, ya después, no le di seguimiento. Monseñor ya no me pidió consejo en este asunto.
-¿Cree que Monseñor Romero ayudó al Golpe?
No. Ni siquiera oró por eso. Él oraba por su pueblo y oraba por un proyecto que fuera verdaderamente cristiano y justo.
-¿La Conferencia Episcopal estaba dividida por ese suceso?
Por eso no. La división venía de antes. La Conferencia Episcopal estaba dividida desde que Monseñor Romero optó por ponerse de lado de los pobres. Esa opción por lo pobres algunos Obispos decían que no era de acuerdo a la Iglesia, sino, a opciones políticas.
Cuando el Golpe de Estado se dio, esa división ya tenía más de dos años y medio. Se dio casi un mes después que Monseñor Romero fue nombrado Arzobispo.
Había cierta esperanza de unión, si eso daba resultado. Los demás Obispos veían también que podría ser una buena solución.
-¿Se profundizó la división porque no dio resultado?
Después muere Monseñor Romero, no hubo tiempo para ver eso. En ese momento se diluye la presencia de los Obispos, son desbordados totalmente. La Iglesia es desbordada.
Una vez que el Golpe de Estado no da resultado, las fuerzas reaccionarias a ese Golpe, tanto de derecha como de izquierda, empezaron un torbellino de acciones represivas, revolucionarias.
-¿Qué pasa con Monseñor Romero?
Entre el quince de octubre y el 24 de marzo, los eventos comienzan a desbordar a Monseñor Romero.
Si se leen las homilías entre diciembre de 1979 y enero y febrero de 1980, se ve que pide a la guerrilla que se detenga y le ruega a los militares que no repriman. Yo creo que el Golpe de Estado en sí mismo no fue el que desencadenó la guerra, sino, la reforma agraria, ese fue el punto, el punto vital. Fue el señalamiento total para darle muerte a Monseñor Romero y para acabar con la Junta.
-¿Qué lección deja?
Que los Golpes de Estado no solucionan nada, sólo complican las cosas.
Monseñor Romero no pensaba en Golpes de Estado, él pensaba que se instituyera una fuerza política que diera cuerpo histórico político a la propuesta de la doctrina social de la Iglesia. Él soñaba mucho con la democracia cristiana.
Él ni bendijo, ni aprobó, ni oró por el Golpe de Estado, él nunca pudo estar de acuerdo con esto, porque son soluciones violentas. Le hacen violencia a la historia, a la conciencia.
-¿Cree que engañaron a Monseñor?
No, los jóvenes que realizaron esto eran conscientes, idealistas; más de alguno que pudo haber sido vividor, no sé quién, pero, lo que yo vi, conocí y los de la UCA era gente honesta, altruista, que soñaban pero no tenían práctica política, esa fue el problema.
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