La televisión es un medio extraordinario. Durante treinta segundos, un país muy pequeño aparece de repente en la pantalla y adquiere una identidad, aunque comprimida e incompleta. El 9 de mayo de 1979, un camarógrafo de la CBS permanecía con su equipo frente a la Catedral Metropolitana de San Salvador. Observaba mientras 300 manifestantes cantaban canciones en las escaleras de la Catedral, adornadas con flores rojas y amarillas, los colores del Bloque Popular Revolucionario. Los manifestantes portaban pancartas demandando la liberación de cinco dirigentes del BPR, "desaparecidos" esa semana por el gobierno de Romero.
La protesta se convirtió en noticia cuando dos camiones verde olivo aparecieron en la plaza depositando policías con casco, armados de rifles automáticos. Se les unieron Guardias Nacionales. Segundos después de que sus botas tocaran el pavimento, comenzaron a disparar y las cámaras de televisión a filmar.
La protesta se convirtió en noticia cuando dos camiones verde olivo aparecieron en la plaza depositando policías con casco, armados de rifles automáticos. Se les unieron Guardias Nacionales. Segundos después de que sus botas tocaran el pavimento, comenzaron a disparar y las cámaras de televisión a filmar.
Los manifestantes próximos al final de las escaleras de la Iglesia trataron de introducirse en ella, arrastrándose unos encima de otros. Un cuerpo se convulsiono, al ser alcanzado por una bala. Un joven moribundo rodaba escaleras abajo. A medida que la cámara ampliaba la perspectiva a lo largo de la calle, francotiradores, detrás de carros de un lote de estacionamiento, apuntaban y mataban a los manifestantes uno por uno.
Fue la nota principal del noticiero de Walter Cronkite: El Salvador, el lugar donde disparan a manifestantes pacíficos en las escaleras de una Iglesia. Veintitrés personas muertas.
El incidente provoco la peor crisis del gobierno de Romero hasta ese momento. Poco después, cuando desaparecieron los dirigentes del BPR, sus miembros ocuparon las embajadas francesa y costarricense para atraer atención internacional. De inmediato a la masacre de la catedral, diez miembros del Bloque (BPR) se tomaron la embajada venezolana. Iglesias por todo el país estaban ocupadas; el FAPU llamó a una manifestación de apoyo; y el Comité de Madres de Desaparecidos Políticos anunció otra protesta.
El gobierno libero a dos de los dirigentes del BPR, Facundo Guardado y José Ricardo Mena, pero no se supo de los otros tres. La mayoría pensaba que las fuerzas de seguridad ya los habían matado.
Las ocupaciones continuaron. En la embajada venezolana, un cordón militar mantuvo guardia permanente, mientras se cortaba la electricidad, la comida y el agua a los que estaban dentro. Entrada la tarde del 23 de mayo, los miembros del BPR organizaron una marcha de abastecimiento para llevar agua y comida a los ocupantes. Encabezados por mujeres y niños, marcharon hacia la embajada. De nuevo las fuerzas de seguridad abrieron fuego. Catorce personas murieron.
La revancha por los treinta y siete asesinados en esas dos semanas vino pronto. Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) mataron al Ministro de Educación de Romero, Carlos Herrera Rebollo, en una emboscada. El gobierno decreto el Estado de sitio por treinta días y llamó a un "diálogo nacional", sin invitar a los partidos de oposición ni a las organizaciones populares a participar.
El Salvador había dejado de ocupar las últimas páginas: para el verano era la "próxima Nicaragua" en las noticias de la noche, y los periodistas compararon la situación a la insurrección sandinista de septiembre de 1978. Alan Riding, corresponsal del New York Times para América Central, advirtió que "progresivamente, la Administración Carter enfrenta un problema similar al planteado por Nicaragua el arto pasado; o espera el resultado de la cercana confrontación entre las extremas izquierda y derecha, o interviene mas abiertamente en un esfuerzo por impulsar una solución centrista".
El criterio compartido entre los liberales de Washington era que Jimmy Carter había intervenido demasiado tarde en Nicaragua, permaneciendo demasiado tiempo al lado de Somoza, tratando de forzar reformas y perdiendo la oportunidad de negociar con los moderados para encontrar una alternativa al triunfo sandinista. Ahora el Departamento de Estado estaba rebosante de planes para evitar "otra Nicaragua" salvando a El Salvador. William Bowdler, un negociador y diseñador de planes que van desde la captura del Che en Bolivia hasta las negociaciones con los sandinistas, voló a El Salvador como enviado especial para ver que podía hacerse. Viron P. Vaky, Secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, fue a hacer entrar en razón al General Romero.
TOMADO DE:
CAPITULO V, EN BUSCA DE UN CENTRO, EL SALVADOR EL ROSTRO DE LA REVOLUCIÓN
Robert Armstrong
Janet S. Rubin
vea también:
Masacre en la Catedral
video
No hay comentarios:
Publicar un comentario