En Las cárceles clandestinas de Ana María Guadalupe Martínez y en Nunca estuve sola de Nidia Díaz se negocian identidades revolucionarias desde lo colectivo en los espacios marginales de las cárceles salvadoreñas. Sin embargo, es patente la búsqueda de una individualidad a través de la construcción de un “yo” revolucionario femenino. Los diálogos sirven para negociar cuestiones de género, reformulaciones nacionales y familiares, desde posiciones y espacios marginales hechas por dos mujeres revolucionarias en cárceles clandestinas de El Salvador. Al mismo tiempo, estos diálogos y la construcción de subjetividades revolucionarias son armas de defensa contra la tortura a la que se ven sometidas las protagonistas.
(leer mas dando click acá...)
–¡Bonita esta puta!
–¡Quién iba a creer que estas son las que matan guardias!
–Tócale las piernas qué duras, como sólo pasan haciendo ejercicios las putas.
–Esta ha de ser karateca. De seguro que estuvo en Corea sacando un curso.
–Nada de arruinadas del cuerpo como no tienen hijos.
–No las dejan tener hijos
(leer mas dando click acá...)
–¡Bonita esta puta!
–¡Quién iba a creer que estas son las que matan guardias!
–Tócale las piernas qué duras, como sólo pasan haciendo ejercicios las putas.
–Esta ha de ser karateca. De seguro que estuvo en Corea sacando un curso.
–Nada de arruinadas del cuerpo como no tienen hijos.
–No las dejan tener hijos
No hay comentarios:
Publicar un comentario