Cubamérica
Te podrías llamar Simón
Bolívar; o Domingo
Faustino Sarmiento, porque eres
El más hondo metal de la pureza.
Te podrías llamar Bernardo
O’Higgins, claro salitre
Ardiendo sobre tu cuerpo
De isla, alto joyel
Que candoroso guarda
El mar caribe.
Te podrías llamar, Carlos
Luis Prestes, porque tienes
Los ojos abiertos
A la esencial estancia
Donde se va forjando
La esperanza.
Te podrías llamar, José
Simeón Cañas, porque tu nombre
Es popular como naranja.
Te podrías llamar, José
Martí, porque la hiedra
Del chaleco suyo
Vale más que el fulgor de las espadas.
Te podrías llamar Sandino; a secas.
Te podrías llamar Sierra Maestra;
O Fidel, o Camilo, O con el nombre
De un héroe caído
Por levantar tu estrella.
Pero yo, hoy he venido a pronunciar tu nombre
De otro modo; con sílabas que vienen
De muchísimas muertes encendidas,
Más puras que las lámparas;
Diáfanas como la luz
Que hiere al día;
Claras como la sal o las ventanas.
Hoy he venido a pronunciar tu nombre.
Y se me vuelven fiesta las palabras.
La Paz me brota alegre de los labios
Como venado que al saltar se bebe
El barco de la tierra.
Te advierto, estoy alegre
Y he tenido que salir a la calle
A gritar mi borbotón de gritos
Porque encontré tu verdadero nombre.
Ya no te llamas Cuba, Cuba, sólo.
Tu nombre es caracol que ha recogido
Todo el rumor del Nuevo Continente,
Toda la alta hoguera de la lucha,
Toda la sangre pura de los muertos
Que regaron sus ojos en la tierra
Y sembraron sus pechos como milpas
Por tal de que la tierra se entreabriera
Como un pecho frutal que se da al pueblo.
Ya no te llamas Cuba, simplemente.
Te llamas, Cubamérica.
Y en tu nombre se esconde la esperanza
De estos pueblos heridos por el hambre.
Lanzados al abismo y a la noche
Por los mismos que hundieron Guatemala.
Ya no te llamas Cuba, simplemente.
¡Te llamas,
Cubamérica!
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