CONTRA LA IMPUNIDAD

“(…) un ejemplo claro del rechazo de las conclusiones de la Comisión de la Verdad lo constituyó la aprobación de una amplia ley de amnistía pocos días después del Informe de la Comisión. La celeridad con que esta ley se aprobó en la Asamblea Legislativa puso de manifiesto la falta de voluntad política de investigar y llegar a la verdad mediante medidas judiciales y castigar a los culpables”.
Kofi Annan, en su balance final del llamado proceso de paz salvadoreño"

domingo, 7 de junio de 2009

Batalla de Morazán

Guerra sin Tregua, El Salvador Arde de Jean-Louis Clariond. Segunda edición, agosto de 1981, Costa Rica, edición Omega.
Retazo tomado de:
http://www.fuerzaarmada.gob.sv/campana.html
acceso el día 07Junio/09 a las 08:53 pm


Del otro lado del monte con “Don Quijote”.

”Rayovac Dos a Don Quijote, Rayovac Dos a Don Quijote, cambio”. A través del canal angustiado de radio-teléfono de campaña se recibía el informe de que un comando paracaidista se encontraba en dificultades.

”Rayovac Dos, aquí Don Quijote; comuníqueme su posición, cambio”. _El comando tenía contacto con e l enemigo.

El fuego intenso era audible a través del altavoz de la sala de radio, en comunicación permanente con todas las unidades de combate.

Desde el mando operacional, el Coronel “Don Quijote”, segundo comandante del operativo, reunió a su Estado Mayor y planificó el apoyo a la posición asediada.

El atardecer impedía el aterrizaje de los helicópteros sobre la posición. Al día siguiente debía presenciar la “toma” de la posición en dificultades, pero aquí es necesario abrir un paréntesis.

Me parece imposible relatar todos los combates de Morazán, los cuales duraron 21 días. Por eso voy a describir, con la mayor objetividad posible, una “operación clave”, y a poner de manifiesto el espíritu de lucha que conmueve a los hermanos de un país de la misma sangre, los cuales se desgarran en el mismo grito de dolor y desesperación, manipulados por fuerzas ocultas e intereses económicos bien ajenos a la sangre vertida.

En las primeras horas del alba, y luego de una noche de tensión en el Estado Mayor, pudimos sobrevolar el área de combate.

Nuestro helicóptero pudo, al fin, aterrizar sobre una roca ubicada entre precipicios. Al menor error del piloto, hubiera sido inevitable la caída del helicóptero a la profundidad del abismo.

Después de informarse sobre la situación, los dos comandantes del operativo tomaron la decisión de pedir otro helicóptero en sustitución del que había regresado con los heridos la noche anterior. El segundo helicóptero debía traer, a su vez, un especialista en explosivos, con todo el material necesario para dinamitar la entrada de la cueva. En esta cueva se ocultaba un numeroso grupo de guerrilleros, y entre ellos se encontraba también, como prisionero desde hacía horas, un paracaidista del ejército regular.

Cuanto interrogué al capitán del comando sobre la suerte de su soldado, me contestó:

“No ha salido, ni saldrá más”.

Me quedé allí hasta que la posición fue tomada por el comando. Así pude comprobarlo personalmente.

Según las declaraciones del mismo capitán, la noche anterior a nuestra llegada, a pesar de la presencia del rehén en la cueva, fue una noche de fuego prácticamente ininterrumpido. Tres paracaidistas heridos habían constituido el saldo inicial de la refriega.

Desde que llegué al terreno de operaciones, hasta que la cueva fue tomada por los paracaidistas, el fuego fue continuo. Ni la utilización de granadas lacrimógenas, lanzadas por las aberturas de ventilación, ni las voces de “alto”, lograron que el fuego de los guerrilleros vacilara un instante. Al contrario: después de la explosión de dinamita que logró franquear la entrada de la cueva, el intercambio de los disparos arreció más y más, viéndose incluso el ejército obligado a utilizar morteros de calibre 60. Los esfuerzos para conquistar la posición enemiga se prolongaron por más de dos horas.

Tensos, cansados, angustiados por la suerte de su compañero, los soldados estaban dispuestos a jugárselo todo. El fuego de los guerrilleros aumentó, con el fin de distraernos y cubrir la huida de la cueva por parte de sus camaradas. Cuando por fin lograron entrar, los comandos hallaron los cuerpos de dos guerrilleros muertos, así como víveres y armamento diverso, desde pistolas, fusiles FAL, cantidad de municiones, aparatos quirúrgicos y ropa.

No hubo tiempo para lamentaciones.

Desde las colinas próximas los “sobrevivientes de la cueva” nos tomaron por sorpresa y nos hostigaban intensamente. Unos cien guerrilleros atacaban con renovada fuerza el lugar donde los comandos esperaban la tregua de la noche. De nuevo los morteros tronaron. Se intentó ubicar a los guerrilleros mediante granadas luminosas. Los oficiales formaron grupos de defensa, mientras que la tropa, exhausta, trataba de hallar una última razón para reiniciar el combate en una noche oscura y lenta, taladraban sólo por los fogonazos de las armas.

El fuego se prolongó por largo tiempo. Al amanecer, los helicópteros que constituían el apoyo aéreo no lograron ubicar a un solo guerrillero. Todos habían desaparecido. Supuestamente se refugiaron en otra cueva, esta vez desconocida.

El saldo por parte de la guerrilla fue de seis muertos, La identificación póstuma de tres de ellos, gracias a los servicios de inteligencia militar, reveló la nacionalidad real de los mismos: uno era cubano y dos nicaragüenses.

De regreso a la base del Estado Mayor me encontré con el Coronel “Don Quijote”, al lado del cual yo había presenciado numerosos combates durante 19 días, un “Don Quijote” amargo, decepcionado y agresivo.

“Para mi soldado muerto, cuyo cuerpo fue mutilado con la mayor indignidad, no hay derechos humanos, ¿verdad?; y tú como periodista, ¿qué piensas?; ¿es justo?. ¡No! Definitivamente no hay Derechos Humanos para los soldados muertos”.

”Lo siento, Coronel”, me limité a contestar.

¡Y de veras lo sentía!

“Rayovac Dos” se había callado, frente al resultado de una muerte particularmente horrible y seis heridos.

En El Salvador los Derechos Humanos y parte de la Iglesia Católica están politizados y desgraciadamente “parcializados”.

Definitivamente, la realidad de los derechos humanos en El Salvador sobrepasa la ficción. Toda persona sensata y equilibrada sabe que existe, en alguna parte del mundo, la discriminación racial y religiosa. Estamos palpando ahora un nuevo tipo de discriminación: “los derechos humanos”, “política de los abusos”. Bajo pretexto moral y socialmente irrefutables y gracias a la sensibilización de masas, utilizando juegos hipócritas y sumamente eficaces, propios de espíritus políticamente comprometidos y particularmente maquiavélicos, algunos buscan tergiversar las libertades humanas fundamentales, tanto como el libre curso de la Historia.

La Comisión de los Derechos Humanos instalada en El Salvador se autonombró con fines evidentemente políticos, puesto que se ha probado que sus miembros participan activamente en propaganda subversiva. ¿Cómo explicar que ciertos organismos de caridad cristiana o de ayuda cívica, que deberían actuar con la más amplia neutralidad y objetividad, actúen bajo banderas políticas? Solo puede explicarse mediante una caridad parcializada, orientada hacia una ideología política o hacia una moda socialmente bien definida. En el caso de El Salvador, dicha parcialidad es palpable, evidente y comprobable.

La moneda tiene dos caras: lo esencial para el salvadoreño medio es encontrarse del buen lado de esta moneda. Por desesperada que sea su situación económica o social, por más graves que sean sus problemas, para tener derecho a un funeral digno y respetable tiene que escoger la procedencia política de la bala que lo matará.

He permanecido en El Salvador cubriendo el campo operacional, es decir, de combates, así como de enfrentamientos callejeros, desde el golpe de Estado del 15 de octubre de 1979. Más de un año es suficiente para conocer la realidad salvadoreña y, por lo tanto, no puedo menos de indignarme, frente a la falta evidente de ética de ciertos organismos nacionales e internacionales.

El terrorismo actual en El Salvador.

No puede menos de sorprender a los observadores profesionales de esta especialidad el crecimiento de la violencia y los daños, tanto morales como materiales, que se cifran en miles de muertos, centenares de heridos y desaparecidos, sin contar con el éxodo de ciudadanos hacia países vecinos, miles de ellos tratando de obtener pasaportes, legítimos o falsos, para encontrar cielos más hospitalarios, clementes y pacíficos. ¿Cuál es la causa fundamental del drama salvadoreño, cuyos protagonistas sufren en carne propia las especulaciones y maniobras políticas de las superpotencias EE.UU. y la Unión Soviética? ¿Cuál es el motivo del hombre para matar a su hermano de sangre, con bárbaro y a veces satánico sadismo? ¿Cuáles son las razones que llevan a transformar al ser humano en carne de cañón?... ¿La política?... No. Los políticos, los hombres. ¿Por qué?... Por sed de poder, por apetito de supremacía y dominio económico. Las grandes potencias no luchan por la salvación de la humanidad, sino para satisfacer sus propias ambiciones ideológicas, y sobre todo las económicas.

Si hay un lugar preciso donde hoy se enfrentan dichos apetitos, es en El Salvador. Porque la realidad salvadoreña es ésta, “la lucha por el poder”. Una lucha sangrienta y mortífera. Si no, ¿cómo explicar que cualquier reforma o medida iniciada por la Junta en busca de una mejor justicia social, no obtenga respuesta ni apoyo de parte de grupos políticos que decían combatir con el fin de realizar estas mismas reformas? El espíritu de las grandes masas salvadoreñas descubrió las manipulaciones políticas, tanto exteriores como interiores, y denunció el complot de la internacional marxista-leninista para conquistar el poder en El Salvador y Centro América.

Tenemos un ejemplo en el rumbo político que tomó la revolución de Nicaragua hecha por el pueblo entero, y ahora librada a la dictadura militar de obediencia comunista gracias al poder de las armas de FSLN en contra de la misma voluntad del pueblo nicaragüense. Los rechazos sucesivos de la mayoría del pueblo salvadoreño a la insurrección y la participación espontánea en las huelgas generales de 48 y 72 horas, en junio y agosto pasados, lo demuestran de una manera que no admite duda. Se espera que en adelante la guerrilla desesperada intente a toda costa conquistar el poder por el terror y las armas.

La realidad salvadoreña.

La realidad salvadoreña es dura, pero también fuente de enseñanza, gracias las componentes opositoras de sus problemas fundamentales. Pozo de elementos a menudo contradictorios, que hacen meditar sobre las consecuencias directas e indirectas que el drama salvadoreño podrá tener sobre el destino político del conjunto de países centroamericanos, como también sobre el porvenir político-econòmico de los demás países de América Latina.

Cuba, mediante maniobras políticas e infiltración de elementos mercenarios políticos o militares, han conseguido sembrar el caos económico y el odio donde gobiernos totalitarios habían permitido que se instalaran la miseria, la injusticia social y la corrupción. ¿Cuál será mañana el predominio de las influencias exteriores en el sentido político-económico de los países latinos? Es lo que se puede advertir en el 50% no solamente del pueblo salvadoreño, sino del conjunto de la opinión pública centroamericana. Aunque ciertos medios de información pretendan lo contrario, las investigaciones revelan que más del 75% del pueblo salvadoreño está en contra del puño alzado, del cual no brota ninguna rosa, pero que a fuerza de cerrarse sobre las espinas hace brotar los ríos de sangre.

En el operativo de Morazán, por ejemplo, existieron dos frentes: uno de guerra abierta y otro de acción cívica y de pacificación. Cualesquiera que fuesen las verdaderas razones que justificaran tal frente cívico por parte de los militares, lo cierto es que atendían con médicos, medicinas y víveres a más de 15,000 campesinos. Soy testigo de que el ejército atendió a los civiles, a pesar de albergar dudas profundas en cuanto a la militancia política de algunos de ellos. En efecto, las autoridades militares tenían noticias de las infiltraciones de guerrilleros entre los refugiados y, a pesar de ello, prestaron su ayuda todo aquel que la necesitaba. Que fuera por humanidad o por otros fines, el hecho es que salvaron numerosas familias de la muerte por tuberculosis, desnutrición y epidemias.

Aquí abro otro paréntesis: numerosos cables noticieros empiezan así: ”Presuntos guerrilleros atacaron...” “Posibles elementos subversivos tomaron...” –Pero nunca he leído: “autoridades sanitarias el ejército, durante la guerra en el departamento de Morazán, curaron a miles de “presuntos refugiados”.

La realidad de una parte de la Iglesia católica en El Salvador es también algo oscura. La politización de gran parte del clero católico salvadoreño es un hecho comprobado. ¿Cómo explicar ante la gente de buena fe que un sacerdote, ministro de Dios y guardián sangrado de la Iglesia, tome una posición política en un conflicto armado, convirtiéndose en miembro, activo o no, de una guerrilla que, desesperada, multiplica sus errores políticos, acabando por convertirse en verdugo del propio pueblo a quien estaba llamando a conducir y representar?

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, “No matarás”-dice la parte más pura y central del mensaje cristiano.

¿Qué pensar entonces de un ministro de Dios que recolectó fondos destinados a las guerrillas, valiéndose de intermediarios que obligaron con presiones y chantaje a pequeños negociantes, para reunir supuestos “impuestos de guerra”?

Ese sacerdote fue denunciado por el propio pueblo, y el caso fue investigado por el Servicio de Inteligencia Militar, antes de ser sometido a la Corte de Justicia en San Francisco de Gotera, departamento de Morazán. Si parte de los heraldos de derechos humanos, como parte de la Iglesia y la Cruz Roja, están complicados en el conflicto salvadoreño, ¿qué le queda a los hombres, soldados o civiles, que luchan por lo que ellos consideran en su conciencia la más genuina realidad de un mundo libre?

Fuente bibliografiíca, Guerra sin Tregua, El Salvador Arde de Jean-Louis Clariond. Segunda edición, agosto de 1981, Costa Rica, edición Omega.

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Monumento a las victimas civiles del conflicto

Monumento a las victimas civiles del conflicto
Las víctimas civiles de la guerra viven en nuestra memoria con la fuerza de la verdad, muchas veces oculta por sus propios asesinos, que permanecerán escondidos a la sombra de la impunidad...Solo la verdad y la justicia podrá llevarnos hasta el perdón y a la tan ansiada reconciliación...El horror que aquí vivimos no lo debemos olvidar, para que las futuras generaciones no repitan los errores de nuestra sociedad. Santa Ana, 25 de julio de 2007 (esta es la leyenda que rezaba la placa destruída en el monumento a las víctimas civiles del conflicto)
Ubicado en Carretera de Santa Ana hacia Metapán, cercano a la frontera con Guatemala. La construcción de monumentos a las víctimas es una forma de reparación moral, un Derecho a la Memoria, un compromiso de no repetir los crueles errores...
A menos de un año de construído, fue destrozado parcialmente, incluyendo la placa de bronce colocada con la leyenda. Es por tal razón que pedimos acompañemos este repudio moral, a quienes lo hicieron....
Ahora nuestra denuncia es por que las autoridades municipales de Santa Ana no han querido reconstruir el monumento... nuestro monumento.... aún cuando hay un convenio en el cual es responsabilidad de la comuna dar el mantenimiento.